sábado, 23 de octubre de 2010


       La vida es muy dura, sí efectivamente esto es cierto, pero en verdad es tan dura como tú quieras hacerla. Los hombres son infieles igual que las mujeres, pero hay personas que tienen antecedentes y otras que los tienen pero que los ocultan demasiado bien. Cuando el pasado amoroso de un hombre de x años tiene una mala fama, es decir tiene una buena fama con los hombres y una fama de rompecorazones y de coqueteador con las mujeres ¿es seguro confiar en él? A día de hoy no, el corazón dice confía, pero la cabeza da esa dosis de realidad que se necesita. Pero el problema llega cuando todo esto influye en la confianza,  una palabra tan auténtica, o no sé si tan falsa, ¿acaso si se pierde esta palabra en una relación se pierde en todas las que pasen por nuestras vidas? Actualmente se han encargado de que esta palabra solo sea eso,  una simple palabra, bonita pero falsa, ¿cómo confiar cuando te han fallado? O mejor ¿se puede confiar cuando te han fayado y han roto esta palabra? Cada persona que se ha sentido víctima de esta palabra y que ha experimentado el dolor que le haya causado no volverá a creer en ella,  NO. Nos encontramos aquí con una de las razones por las que las parejas sufren crisis, esas crisis que parece que pueden evitarse pero que nunca se evitan ya que tarde o temprano vuelven a emerger y a cuestionar el valor de una relación.
Pero, ¿Quién manda en las relaciones de parejas? ¿Son ellos los que manipulan? ¿O por el contrario somos las mujeres? Pues sencillamente, no mejor dicho complicadamente, manda el que confía más en sí mismo, una persona que está sometida a la otra, a su disposición, que propone los planes, las horas de quedadas, las comidas o simplemente que elige el vino que tomar en la mesa, o el restaurante en el que tomar el postre, esta persona decide por la pareja. No quiero decir que esto se establezca cien por cien de este modo, solo que generalmente sí que es así, en este caso nos encontramos claramente ante una persona principal y persona subordinada, sería interesante incluso cuestionable plantear esto totalmente al contrario de como yo lo estoy haciendo, de manera que la persona subordinada no fuera quien elige vino, ni restaurante, ni hora de las citas…, si no que fuese la que acepta lo que esta propone o la que lo niega, pero esto me parecería absurdo ya que ¿no resulta más satisfactoria la opción de decir un simple si, o no me apetece y propón otra cosa? ¿Estamos ante un caso de pura comodidad, pasotismo?. Pero hay personas que piensan que esto no es suficiente como para pensar que están subordinadas a sus parejas, yo digo que lo están y que quizás las cosas irían de manera diferente si el miembro de la pareja que tiene la etiqueta de principal tuviera que adoptar una nueva etiqueta y le tocase el papel que ha llevado su pareja,¿ estaría dispuesto, o mejor dicho, sería capaz de asumirlo, o entraríamos en una nueva crisis? Obviamente una persona acostumbrada a lo bueno, principal, no creo que llevase muy bien la subordinación. Esto es así y claramente os digo queridos lectores que día a día nos basamos en relaciones de subordinación que ponen un poco de orden en nuestras  vidas y que a veces hacen que nosotros estemos cansados de poner orden en la vida de los demás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario